jueves, 23 de enero de 2014

Sin tis, y hasta nuncas.

Que por mucho que dolieran tus ausencias,
tus pesadillas,
por mucho que dolieras tú;
duelen más los sin tis, y los hasta nuncas que laten entre nosotros, y brillan como cualquier anuncio de carretera.

Duelen tanto... se me clavan, como las agujas de un tatuador que me ha escrito tu nombre en el pecho, o como las manecillas del reloj que retumban en mis oídos.
Como si todo este tiempo que pasa, que paso, sin ti, es tiempo perdido.

No es la primera vez que me hundo, (tú lo sabes mejor que nadie), pero he de confesarte que nunca me había ahogado de esta manera, he naufragado en muchos cuerpos,
pero desde que te has ido...
Estoy a la deriva.
No hay salida.

Sería más fácil soportar esto, y sobrevivir si lo único que hubiera fuera un portazo, un adiós y un se acabó.
Pero hay más, está en cada pared escrito,
la certeza de que tú y yo no volveremos a luchar juntos.
Con lo que nos gustaba pelearnos con el mundo,
eramos invencibles.
Juntos.

Y no hay más.
Ahora las aceras se me hacen enormes desde que no vamos enganchados.
Y el metro apesta, más que antes, no me apetece volver a pisarlo.
Y los bares, están demasiado llenos de gente, y demasiado vacíos,
faltas tú.

Pero no quiero que vuelvas, o sí. No lo sé.
Ya me conoces, nunca tengo nada claro.
Y que soy el eterno inconformista, y emocionalmente desequilibrado.
Y eso sí que lo sabes bien.
Pero ven, y arreglamos este desastre juntos. O no vuelvas, y déjame recuperarme solo.
No sé que es mejor, o peor.
No tengo ni puta idea.
Pero no nos engañemos, que no vas a venir, ni yo iré a buscarte.
Que cada uno haga con sus escombros lo que quiera.


Y la poesía, poesía no se puede llamar a estas ruinas. Esto parece Varsovia, o Berlín.
Y esta vez el muro no creo que nadie se atreva a cruzarlo.

domingo, 19 de enero de 2014

Tú preguntas, yo respondo.

¿Por qué me quieres?


Porque cuando atraviesas un paso de cebra parece que le haces el amor a la calle entera... y también porque al despertarte por la mañana hueles a cruasán caliente...

Entonces... ¿Por qué estás conmigo?... Si lo prefieres

Bueno... porque me siento bien contigo... Porque me haces reír... y también me respetas y no me das el coñazo... Porque me estimulas... tienes espíritu... eres honesta... Porque me gustan tus ojos... tu culo, acomodarme en tu pecho, tocar la parte inferior de tu cara y tu nuca, el sabor de tu piel, tu vientre, tus manos ásperas, la inclinación de tus cejas... Porque eres la única persona con la que no estoy jugando... porque eres cerda e impúdica... fuerte y frágil... Porque te planteas preguntas acertadas... Me haces soñar con un mundo ideal... Me das la impresión de ser buena gente... Y porque, al contrario de lo que crees, de todas las personas que conozco, eres la mejor dotada para la vida.








domingo, 12 de enero de 2014

Dicen.

Dicen que somos una generación perdida, que no valoramos lo que tenemos. Que sólo nos importan las modas, y tener los bolsillos siempre llenos. Dicen de nosotros, que somos vagos incluso para amar. Que no arriesgamos ni un duro, por el eterno miedo a fallar. Dicen, que nuestras vidas son medias verdades. Ríos de dolor y mentira, que desembocan en desconocidos mares. Y siguen comentando en voz baja, que somos unos rompecorazones. Pero que cuando el roto es el nuestro, exigimos mil y una atenciones. Pueden estar equivocados, o puede ser verdad. Pero somos el futuro, y eso es una realidad. Por eso alzo la voz y me levanto, para demostrar lo mucho que valemos, aunque pocos huevos le echemos.





miércoles, 8 de enero de 2014

Se me acumulan los ojalás.

Es triste empezar estas palabras llamándote ojalá.
Con el nombre tan bonito que tienes tú.
Hay cosas que se recuerdan mejor de lo que fueron. A mí me pasa contigo. Y es tristemente bonito, creo.
Cuando estés lejos te acordarás de lo cerca que estuvimos. Porque lo tuvimos tan cerca que nunca lo vimos. Irónico, ¿verdad?
Será que ya estábamos acostumbrados a la nada. A la espera, sin llegada. A las manos vacías, a las sonrisas en modo ahorro de energía.
Ojalá sepamos perder la manía de enamorarnos de causas perdidas. Antes de que sea demasiado tarde para arreglarnos la vida. Pero es que son tan bonitas.


Y ojalá que hubiesen personas inoportunas, de esas que llegan justo cuando te cansaste de esperar. Como buena noticia. Como golpe de suerte en este enero frío.
Y quizás el error sea pedir deseos a personas fugaces que vienen, te rompen y se van.
Ojalá se nos acabe esa costumbre de querer salvar a los demás cuando no sabemos cómo salvarnos a nosotros mismos. Esta frase me la repito cada noche cuando aprieta el insomnio. Y nada.
El amor es tan sencillo como una nota en la nevera. Pero no, nos gusta complicarlo. Parece que nos aburre estar siempre felices. Y es una putada, porque luego lo primero que ansiamos es eso; la felicidad. 
Ni nosotros mismos nos entendemos ya, como para entender a otra persona.

Ya no sabemos quedarnos sin tener la sensación de que alguno de los dos terminará yéndose.
Y es triste.


Otra cosa no, pero a imaginarnos lo que nunca va a pasar no nos gana nadie.
Mi ojalá más bonito.










lunes, 6 de enero de 2014

La cuesta de enero.

Hoy es domingo de nostalgias, 
de meterse mano bajo una manta, 
de abrazarnos con las piernas 
y estrangular a la tristeza.

Algún día dejará de llover aquí dentro, 
y yo dejaré de buscarte
en esos labios que saben a derrota,
al fracaso de tantas historias rotas.

Siempre he pensado que quererte era como correrse, 
hasta ponerlo todo perdido de amor, y salir ganando.
Y me hacías comprender la diferencia 
entre desvestirse y desnudarse, 
lo valiente de arriesgarse.

Pero el problema es que muchas veces, 
nos empeñamos en salvar a alguien 
que no quiere ser salvado; 
empezando por nosotros mismos.  

Nunca me diste garantías de nada, 
ni me pediste que me quedara.
Y eso es lo jodido del amor, que siempre se va dando un portazo en vez de cerrar la puerta y volverlo a hacer.

Por lo menos pídeme perdón, por malgastarme entre tantas ilusiones suicidas.