Que por mucho que dolieran tus ausencias,
tus pesadillas,
por mucho que dolieras tú;
duelen más los sin tis, y los hasta nuncas que laten entre nosotros, y brillan como cualquier anuncio de carretera.
Duelen tanto... se me clavan, como las agujas de un tatuador que me ha escrito tu nombre en el pecho, o como las manecillas del reloj que retumban en mis oídos.
Como si todo este tiempo que pasa, que paso, sin ti, es tiempo perdido.
No es la primera vez que me hundo, (tú lo sabes mejor que nadie), pero he de confesarte que nunca me había ahogado de esta manera, he naufragado en muchos cuerpos,
pero desde que te has ido...
Estoy a la deriva.
No hay salida.
Sería más fácil soportar esto, y sobrevivir si lo único que hubiera fuera un portazo, un adiós y un se acabó.
Pero hay más, está en cada pared escrito,
la certeza de que tú y yo no volveremos a luchar juntos.
Con lo que nos gustaba pelearnos con el mundo,
eramos invencibles.
Juntos.
Y no hay más.
Ahora las aceras se me hacen enormes desde que no vamos enganchados.
Y el metro apesta, más que antes, no me apetece volver a pisarlo.
Y los bares, están demasiado llenos de gente, y demasiado vacíos,
faltas tú.
Pero no quiero que vuelvas, o sí. No lo sé.
Ya me conoces, nunca tengo nada claro.
Y que soy el eterno inconformista, y emocionalmente desequilibrado.
Y eso sí que lo sabes bien.
Pero ven, y arreglamos este desastre juntos. O no vuelvas, y déjame recuperarme solo.
No sé que es mejor, o peor.
No tengo ni puta idea.
Pero no nos engañemos, que no vas a venir, ni yo iré a buscarte.
Que cada uno haga con sus escombros lo que quiera.
Y la poesía, poesía no se puede llamar a estas ruinas. Esto parece Varsovia, o Berlín.
Y esta vez el muro no creo que nadie se atreva a cruzarlo.